En la inmensidad helada del océano Ártico, Malik se sentía feliz, solo
había frío y silencio, sobre todo esto último, porque aunque frío
también había en su iglú, el silencio escaseaba. Ni su esposaTaoranani ni
sus hijas conocían el significado de esa palabra.
Por eso, Malik huía de allí en cuanto se le presentaba la ocasión, que hoy había sido la
falta de pescado para consumir. Taoranani había comenzado el día gritando ¡Nos
vamos a morir de hambre! ¡Este gran pescador va a dejar que sus hijas mueran de
hambre! Malik ni siquiera había discutido, había enganchado a Kunuk y Anori al trineo,
recogido sus aparejos de pesca y salido como alma que lleva el diablo hacia el
horizonte.
Y allí estaba, con el señuelo dentro del agujero que había horadado en el hielo,
esperando que algún pescadillo picara el anzuelo, ni él ni los huskys tenían prisa por
volver, y además pensaba pasar antes por el poblado de los científicos, un grupo de
hombres y mujeres de distintas nacionalidades que buscaban como frenar el cambio
climático, y que tenían un bar donde se montaban verdaderas fiestas, regadas con
toda clase de alcohol. Malik había tardado en probarlo pero cuando lo hizo, se adueñó
de él, y no podía estar más de una semana sin volver a catarlo.
Estaba recreándose en recordar el sabor del wodka, cuando vio la sombra a través del hielo . Malik se levantó de un salto, cogió la lanza y la hundió en el agua notando como se clavaba en la presa. Tiró de la lanza con ambas manos pero el trofeo pesaba mucho, demasiado … No podía desaprovechar un pescado tan grande, además de la comida de hoy, podría salar un parte y comerlo unos días más tarde.
Miró al trineo, estaba bastante cerca y en él llevaba utensilios que podría usar, pero, no podía soltar la lanza.
Chasqueó la lengua y los perros alzaron la cabeza prestándole toda su atención, seguían enganchados al trineo y Malik bendijo su desidia por no haberles soltado, era algo que siempre le había reprochado su padre. ¡No se debe dejar a los perros atados al trineo, Malik! Sí por una desgracia, el hielo se resquebraja o hay un alud, los animales pierden su oportunidad de salvarse.
-Ya ves viejo, por una vez no has tenido razón –Le dijo a su padre mentalmente, y con un gesto ordenó a los perros que se acercaran hasta él. Los huskys obedecieron inmediatamente su orden y echaron a correr llegando rápidamente . Malik le entregó la lanza a Kunuk y le dijo que no la soltara, el pobre husky se las vio muy mal para conseguir seguir aferrado al hielo pero aguantó los tirones, hasta que Malik consiguió sacar una soga y atarla a la lanza.
Después se subió al trineo y les indicó a los perros que tiraran de él. El trineo apenas se movió y cuando bajó de él para ayudar a los animales, notó estupefacto que el hielo comenzaba a resquebrajarse.
Azuzó a los perros para que siguieran tirando pero a pesar del esfuerzo, no consiguieron salir de allí, y con un crujido terrible el hielo a sus pies se rompió y perros e inut cayeron al agua helada.
Malik se quedó petrificado sin entender lo que estaba pasando, pero en un segundo su cerebro le ordenó moverse y así lo hizo, acercándose a los perros y cortando los arneses, los dos animales lucharon frenéticamente hasta conseguir salir de allí, y esperaron sobre el hielo, ladrando asustados a que Malik saliera también. Pero el no conseguía sujetarse a los bordes del agujero y el peso de la ropa empapada tiraba hacia la oscuridad helada. Sus fuerzas empezaban a mermar y se encomendó al espíritu de su padre.
Un sonido estruendoso consiguió sacarle del sopor que le invadía y volvió la cabeza para ver de dónde provenía. Asombrado vio la quilla de un rompehielos a unos cuantos metros de distancia de donde se encontraba, y a un grupo de hombres que corrían hacía él.
Malik dio gracias a su padre mientras tres hombres tiraban de sus brazos hasta dejarle exhausto sobre el hielo, y en ese momento perdió el conocimiento.
Cuando despertó se encontró desnudo en una litera de un camarote. Desconcertado, se levantó y buscó su ropa, pero solo encontró un viejo mono de trabajo, que se puso y salió al pasillo.
Nunca había estado en un barco y se sorprendió de lo estrecho de los pasillos, sintió que las paredes le ahogaban y buscó con desesperación una salida. Después de mil vueltas por los corredores encontró una escalera y la subió presuroso. Llegó ante una puerta y la abrió, y lo que vio le dejó atónito ¡La llanura helada había desaparecido! En su lugar, olas casi negras se balanceaban con una velocidad endiablada y el cielo, casi tan negro como el mar, se confundía con él.
Una voz le sacó de su estupor – Ya te has recuperado, amigo- Se volvió hacia la voz, y encontró a un inuit que le sonreía.
-Soy Nanuk de Igloolick-Le dijo acercándose a él y abrazándole
-Yo soy Malik de Jens Munk Island.
-Conozco ese lugar, hemos recalado alguna vez allí, algo aburrido ¿No?
-Eh… No sé, la verdad. Yo no me suelo aburrir.
-¡Has tenido una gran suerte! Cuando llegamos estabas casi congelado.
-Sí, el espíritu de mi padre me protegía.
-Pues no olvides agradecérselo. Deberíamos entrar y comer algo, hace tres días que te recogimos y no has comido nada desde entonces
-¿Y mis perros, que ha pasado con ellos? Preguntó Malik ansioso.
-Les dejamos allí, el capitán no los quería en el barco. Me imagino que volverían a tu poblado.
-Sí, supongo que sí.
Dejaron la cubierta y entraron al comedor, donde se encontraban algunos hombres comiendo. Se sentaron en una mesa y el cocinero se acercó a ellos con una marmita de donde salía humo.
-Toma Nanuk, tu amigo tendrá hambre-dijo echándole en el plato una generosa ración.
Malik olfateó el guiso y el olor le sedujo-¿ Qué es?
-Es un guiso de atún .¡Come te sentará bien!
Después de dar cuenta de la comida, Malik, soñoliento le preguntó a Nanuk.
-¿Cuándo llegaremos a Jens Munk?
Nanuk le contestó sonriendo -¿Jens Munk? No vamos allí, lo dejamos atrás. Nos dirigimos a Anchorage, Alaska.
-Pero ¿Y cómo vuelvo a mi poblado? Dijo Malik, asustado
-No te preocupes, ya te buscarán algún barco que lleve esa ruta. Mientras tanto te enseñaré Anchorage, no es una ciudad muy bonita, pero hay diversión de lo lindo.
-Nunca he estado en una ciudad.
-¿No? Bueno, Anchorage es tan buena como cualquier otra para que sea tu primera vez… Ya lo verás.
Tres días después arribaban a Anchorage cuando el tímido sol empezaba a esconderse. Tambaleándose por el muelle, Malik siguió a Nanuk hasta un oscuro garito, donde unos cuántos hombres bebían al compás de una canción country.
Se acodaron en la barra y Nanuk pidió dos güisquis. Mientras Nanuk le contaba que siempre recalaba en aquel antro, Malik sintió un roce en su brazo. Al volverse encontró a su lado una joven, era también inuit aunque iba vestida y maquillada como una blanca.
-Disculpa, tienes fuego -Le preguntó la muchacha
Malik iba a responderle que había dejado su piedra pedernal junto con todos sus pertrechos en el trineo, pero Nanuk se adelantó poniendo delante suyo un encendedor.
-¡Muchas gracias! ¿Sois marinos? No te había visto nunca-Dijo dirigiéndose a Malik- A ti sí- le dijo a Nanuk- Te he visto por aquí. Me llamo Sheila.
Nanuk hizo las presentaciones contándole a la chica que era la primera vez que Malik estaba en la ciudad y cómo había llegado hasta allí.
Sheila escuchaba la historia, mientras observaba a Malik con interés, él por su parte mantenía la mirada lejos de los ojos penetrantes de la chica. Se sentía observado y eso era algo nuevo e incómodo para él.
-¡Vamos a celebrar la primera vez de Malik! -Dijo Sheila entusiasmada y tomando su mano le invitó -¡Ven a bailar conmigo!
Malik no pudo resistirse y siguió a la chica a la pista de baile. Cuando se disponía a comenzar la danza de la felicidad, ella puso los brazos alrededor del cuello, y Malik se quedó petrificado.
-Pero ¿Qué haces? Venga, vamos a bailar-Le dijo Sheila cogiendo las manos de Malik y poniéndoselas en torno a su cintura.
Esa noche Malik aprendió a bailar a la manera de los blancos, en las siguientes dos semanas también aprendió muchas otras cosas de las mujeres, cosas que nunca habían pasado por su imaginación, cosas que sabía que al regresar junto a Taoranani jamás volvería a hacer, y por ello se esforzaba por repetirlas todas las veces que Sheila se lo permitía.
Así pasó sus dos semanas en Anchorage, bebiendo güisqui y haciendo el amor, como lo llamaba Sheila.
Y por fin, su barco iba a partir, regresaba a la llanura helada con su esposa, sus hijas y sus huskys, y el corazón se le quedaba en un pequeño apartamento de una sucia ciudad costera de Alaska.
No quiso que Sheila le despidiera en el puerto, se despidieron haciendo lo que más le gustaba durante toda la noche, y al alba se vistió en silencio, y le dejó sobre la mesilla su cadena de piel con el colmillo de oso que su padre le dio cuando se convirtió en un hombre.
Tras varios días de viaje, Malik desembarcó en Jens Munk Island, allí encontró a dos de los científicos, que le reconocieron y le acercaron hasta su poblado. Cuando llegó cerca de su igloo, gritando el nombre de su mujer y sus hijas, ellas corrieron a su encuentro seguidas de los perros. Con grandes gritos y aspavientos, celebraron su regreso. Durante varias noches, antes de dormir, Malik les contó sus aventuras, bueno, todas no, hasta que una de esas noches, Taoranani le djo “¿Piensas contarnos durante toda la vida lo mismo? Malik calló y ya sólo recordó para sí mismo.
Siguió con su vida rutinaria, saliendo a cazar focas, o a pescar salmones. Mientras esperaba que algo picara, recordaba la voz susurrante de Sheila, a él le maravillaba que una mujer no gritara, y cuando regresaba al hogar, los gritos de sus hembras le hacían añorar aún más, las palabras acariciantes de su ocasional amante.
Unos meses después del aniversario de su aventura, Malik volvía después de una frustante caza al igloo, cuando vio en la entrada a Taoranani con los brazos en jarra esperándole, Malik se preocupó, no tenía la costumbre la mujer de esperar su vuelta, y la expresión de su rostro no presagiaba nada bueno.
Cuando llegó al igloo, ella le gritó “¡Mal hombre, como éramos pocos para que nos alimentaras, ahora esto”! Malik entró en el igloo y lo que vio le dejo tan helado como todo lo que les rodeaba.
Sheila estaba allí y llevaba en brazos un bultito tapado con una manta. Ella le sonrió y le tendió el bulto “Es tu hija, Malik” le dijo con una sonrisa.
TAoranani entra en casa y zarandea al dormido MaliK “¡Despierta mal hombre, tienes que alimentar a tu familia! Al ver que Malik sigue durmiendo, Taoranani sale al exterior y regresa pocos minutos después con Sheila, gritando al unísono “¡Malik, mal hombre, tus hijas se mueren de hambre, despierta!
Malik despierta asustado, y se viste con rapidez y ata a los perros al trineo. Mientras prepara sus pertrechos de pesca, piensa con determinación, en acercarse al puerto y subir al primer barco que salga de allí, en dirección al silencio del océano Ártico.